Respuesta a: El Síndrome del universitario Emperador

Tras leer el artículo publicado por mi colega Manuel de la Llave el pasado 21 de Junio en este mismo blog, me han surgido unas cuestiones que a modo de respuesta me gustaría comentar a continuación.

No voy a entrar a valorar el comparar un derecho como es el derecho a la educación, con un niño con un trastorno psicológico (¿qué será lo próximo, el síndrome del trabajador emperador que exige trabajar menos de 12 horas al día?).

Antes de entrar propiamente en materia, sería importante destacar que sí, muchos dirán que los beneficios sociales son superiores a los gastos públicos en la educación, sí, pero lo dirán porque la evidencia empírica así lo demuestra, es decir, no se trata de una mera opinión, son hechos, reconocido entre otros, por McConnell, Brue y Macpherson, autores para nada izquierdosos.

Bien, en primer lugar, respecto al análisis que se hace de los costes a los que hace frente un estudiante a la hora de cursar una determinada carrera se incurre en un gravísimo error, ya que se omiten completamente los costes de oportunidad, es decir, aquello que está dejando de ganar por dedicar su tiempo a estudiar en lugar de a trabajar. Si extendemos esto en el tiempo, estudiar una carrera “con pocas salidas” va a tener unos costes de oportunidad enormes, ya que no sólo será el tiempo que no trabajes mientras estudias el coste de oportunidad, sino que también lo será el diferencial de salario ponderado por paro respecto a otra decisión de estudios.

Por tanto, que tengas que pagar el 20% o el 100% de una carrera universitaria no afecta (o por lo menos no es la causa principal) al individuo racional en su decisión de mercado.

En segundo lugar, es cierto que en el estado español se han usado los títulos universitarios como indicador de las habilidades innatas (teoría de la señalización), pero esto sólo demuestra las ineficacias del mercado laboral español (que, déjame adivinar, ¿no es suficientemente flexible?). A pesar de ello la evidencia empírica (los estudios econométricos realizados sobre la ecuación de Mincer pueden ser un buen ejemplo) demuestra sobradamente que las teorías de capital humano predominan sobre las teorías de la señalización, es decir, los beneficios sociales derivados del incremento de la productividad (por un aumento de capital humano), son mayores, con creces, que los beneficios asociados a la reducción de la incerteza.

Otro detalle del artículo (saliendo de la economía) digno de mención, es la comparación entre la calidad de la educación, sea esta por cuenta propia o en un centro con profesionales expertos en las áreas que imparten. Sin duda el compartir opiniones distintas con gente experta en su campo hace crecer como persona a un individuo, además de hacerle ver perspectivas distintas a las que por sí mismo vería si se limitase a formarse por su cuenta.

Me gustaría terminar citando una frase del artículo: "Y no sólo eso, si no que además sólo irían a la Universidad aquellos que estuvieran realmente interesados en aprender y ejercer en ese oficio." Falso, sólo irían a la universidad aquellos que la decisión de estudiar presentase unas TIR favorables, y recordemos que para calcularla debemos tener en cuenta el tipo de descuento personal (preferencia personal por la liquidez), que varía en función de la renta de los individuos, por lo tanto, sí, muy probablemente sólo irían a la universidad los hijos de aquellas familias acaudaladas que se lo pudiesen permitir.

Acepto que pueda existir una discusión sobre la necesidad de que la universidad sea pública o por el contrario sea privada, pero los argumentos usados en el citado artículo me parecen carentes de consistencia desde un punto de vista económico.

Guillem Rodrigo es estudiante de Economía en la Universitat de València.

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