El Síndrome del universitario Emperador (II): Contrarréplica.

Gracias a la respuesta de mi compañero Guillem, voy a aprovechar para matizar ciertas cosas (ya que mi entrada no pretendía ser un profuso análisis de la educación superior si no una reflexión) que creo importantes y que quizás no se hayan captado y de paso responderle a él también.

En primer lugar, no pongo en duda que los beneficios sociales son superiores, sólo trato de advertir que también existen unos costes (distorsiones en el mercado). Digamos que existe un trade-off entre subvencionar la educación y distorsionar el mercado. Lo que yo planteo es: «ojo, quizás maximizar las subvenciones ad infinitum no es el resultado óptimo». Todo muy de andar por casa, eso sí.

Supongamos el siguiente gráfico (totalmente inventado, es para ilustrar lo que quiero decir):

Sin título

La curva azul representa el beneficio social que suponen las subvenciones, mientras que la curva roja representa las distorsiones en el mercado. Conforme aumentamos las subvenciones, aumenta el beneficio pero llega un momento en el que este presenta rendimientos decrecientes; sin embargo, el coste crece exponencialmente (cada vez hay mayores distorsiones). El punto 1 representaría aproximadamente el óptimo de la función (gap coste/beneficio más grande), mientras que el punto 2 (punto que sugiero que podríamos llegar), nos indica que el coste de reajuste del mercado y de los daños que este provoca, es mayor que los beneficios sociales que proporciona una educación superior para ese nivel de subvenciones. (Esto también me sirve para responder a lo que dice sobre la ecuación de Mincer; si bien se ha demostrado que el beneficio social es superior, lo que yo vengo a hacer aquí es una advertencia).

En segundo lugar, Guillem aduce al coste de oportunidad como variable de mayor peso a la hora de elegir una carrera y concluye diciendo que «Por tanto, que tengas que pagar el 20% o el 100% de una carrera universitaria no afecta (o por lo menos no es la causa principal) al individuo racional en su decisión de mercado.».

Si bien es cierto que es importante (craso error no haberlo comentado), no estoy de acuerdo con que el precio de entrada a la carrera no afecte (o no afecte casi) a los agentes económicos, debido a que el coste de oportunidad de (casi) todas las carreras es similar (tal vez algunas requieran una mayor dedicación, pero es prácticamente despreciable). Y dado que los costes de oportunidad son muy parecidos, la información que necesita el individuo racional maximizador de beneficios para decantarse por una u otra salida, es la que le ofrece el precio de entrada a la carrera , que debería ser el precio que más se ajustara a las necesidades del mercado en función de lo que este demande.

Si los costes de oportunidad son similares y los precios de entrada no son reales, entonces el individuo sólo puede fijarse en los datos de ocupación actuales, un elemento del que no me gustaría depender exclusivamente. Cuanto más información, mejor.

«Sin duda el compartir opiniones distintas con gente experta en su campo hace crecer como persona a un individuo, además de hacerle ver perspectivas distintas a las que por sí mismo vería si se limitase a formarse por su cuenta.». Últimamente están proliferando los profesores online, de hecho, tienes varios cursos gratuitos de profesores de Harvard o el MIT; la educación del futuro será mucho más barata y, afortunadamente, no dependeremos tanto de las becas.

«Muy probablemente sólo irían a la universidad los hijos de aquellas familias acaudaladas que se lo pudiesen permitir.» Está claro que existe una correlación positiva entre ingresos/estudios, sin embargo, una familia puede ahorrar desde el nacimiento de sus hijos o bien el estudiante puede buscar un trabajo para costearse los gastos; además, como he dicho el futuro de la educación tiene pinta de ser mucho más asequible y la Universidad no tiene por qué ser un paso intermedio necesario para disfrutar de una buena vida, incluida la laboral (ni es necesaria ni es garantía de ello).

Para finalizar, en ningún momento he defendido la Universidad privada, me he limitado a advertir sobre las consecuencias negativas que presenta un modelo de educación superior fuertemente intervenido por el Estado, tanto a nivel económico (clientelismo estatal y distorsiones en el mercado), como de contenido educativo. De hecho, he defendido que la Universidad pública, con un cierto nivel de subvenciones, es altamente beneficiosa para la sociedad (desde un punto de vista ético sería otra discusión, pero económicamente no puedo rebatirlo).

Otro de mis objetivos con el anterior artículo, era además dar un toque de atención acerca de que la Universidad no es la panacea y me da rabia como se ha desvirtuado el modelo académico; no pretendía que fuera un debate meramente económico (aunque también está bien), si no que me gustaría hacer un mayor énfasis en ese aspecto, que es el que más me preocupa realmente.

Manuel de la Llave es estudiante de Economía y secretario de Students For Liberty Valencia.

Twitter: @manullave

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